Blog de Maria

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Un Hada


Hace mucho tiempo, en un misterioso pasado de este país, vivía una joven y trabajadora labradora llamada Sara. Era una mujer muy bella, honrada y generosa que había tomado por esposo a un bello muchacho de un pueblo vecino. Era un joven esbelto, alegre y lleno de vida; no obstante, debido a su espíritu inquieto. El cultivo del viñedo pronto le llevo al aburrimiento y al desencanto y empezó a añorar una vida llena de lujos.

Un día, sin previo aviso, un debilitante letargo se apodero de el y cayó terriblemente enfermo. Sara lo encontró tirado en el suelo y se lo llevo a casa; sin embargo, a pesar de sus esfuerzos para reanimarlo, Vícent murió en los afligidos brazos de su esposa. Sara quedo desolada y lo lloro durante días. Rechazo la ayuda de amigos y familiares y se negó a separarse de su esposo y que lo enterraran.

Sara no sabía como iba a vivir sin su amado Vícent. Desesperada, vendió todo lo que poseía y compró una balsa y un hermoso ataúd en el que colocó el cuerpo de su esposo. Después llevo la balsa hasta un arroyo cercano, zarpo con la esperanza de hallar una cura para su corazón roto. Al cabo de varios días de viaje, la ayuda lo encontró a ella.

Esa mañana se despertó sobre saltada a causa de una pesadilla y descubrió que la balsa se había detenido a pie de una montaña. Salto a tierra y dejo atrás la balsa y el ataúd. Pronto descubrió que caminaba por una alfombra de miles de flores extrañas. Se detuvo en un pequeño claro y, al encaminarse hacia la cornisa de la montaña, vio a una mujer joven en el camino delante de ella, que se ayudaba con un extraño y curioso bastón de bambú. Tenía la piel lisa y fina pero morena por el sol. Y el pelo largo y rubia como el sol, que mecía en la suave brisa. Sara tuvo la sensación de que la extraña la conocía.

De pronto se dio cuenta de que la joven dama en realidad era “AYORA” una hada de la medicina. Sara cayó de rodillas con las manos unidas y le rogó que le devolviera la vida de su amado.

-Sara… He oído hablar de ti y de tus virtudes –dijo la joven dama-, pero el lazo que te une a tu esposo todavía es muy fuerte, no podrá quebrantarse. Has de aprender a crecer, a no sufrir por el amor que sientes hacia él.

-Pero no puedo vivir sin él. Te lo suplico, si esta en tus manos desvuélveme a Vícent.

-No te negare tu petición –contesto la hada-, pues tu amor y tu dolor son sinceros, pero debo preguntarte por que insistes en aferrarse a esta vida de pesar. He visto grandes mujeres confiando sus corazones a los caprichos de hombres egoístas y volubles. He sido testigo de mujeres de sabiduría infinita entregándose en cuerpo y alma a hombres crueles y despiadados. En cierto modo, me alegro de no comprenderlo, pues debe de ser algo espantoso.

Sara se puso de inmediato a la defensiva.

-Nunca he amado en toda mi vida como la he amado a él. He de volver a tenerlo o la vida carecerá de sentido.

¡La joven hada suspiro!.

-De acuerdo –se resignó-. Haz lo siguiente: Pinchare un dedo con una espina de esta rosa y deja que tres gotas caigan sobre el cuerpo de tu esposo. Hazlo y el volverá a la vida.

Sara se puso de pie, y se acerco corriendo al rosal enorme y partió una rosa de aspecto imponente. Se deshizo de agradecimientos a la hada y dio media vuelta a la carrera.

Casi cayó al agua desesperada como estaba por subir a la balsa. Trepo con dificultad, levanto la tapa del ataúd y se pincho el índice de la mano izquierda con las espinas de la rosa. Tres gotas de sangre cayeron en la palma abierta de su esposo.

Vícent abrió los ojos como si se despertara de un sueño profundo. Su piel arrugada y pálida enseguida recobro el color y la vitalidad. Trato de respirar y se incorporo, mirando a su alrededor. Sara lo cogio en brazos y lo estrecho con pasión. La hada había seguido a Sara y, al acercarse lentamente a la pareja, intercambio una mirada con Vícent.

-No olvides tus obligaciones, Vícent –le advirtió la hada-. Recuerda la lealtad de tu esposa. Desvuélvele su amor y trabajo duro. –Se dio media vuelta y añadió-: Podéis iros. Que seáis felices.

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